Fatima, Uri y Quim quedamos en el Aeropuerto de Barcelona para ir hacia Birmingham. Tras varios episodios bastante divertidos, propios de despistados, por la noche conseguimos llegar a Asha Centre, donde nos encontramos con Marta: todo el equipo de la Fundación Catalunya Voluntaria finalmente se reunía.

Para entender Asha Centro es necesario haber estado. Posiblemente sea un lugar único en el mundo. Tras recorrer unos kilómetros por autopista en dirección a Gales, hay que coger una carretera de un solo carril que te adentra en un paisaje de colinas, bosques y verdes prados. Y allí, rodeada de una naturaleza exuberante, se encuentra una casa que empezó siendo una fábrica de armamento y munición, para acabar convirtiéndose en un centro de paz, educación y concordia.

Al día siguiente, comenzó oficialmente el curso. Era una mañana soleada y primaveral, donde conocernos todos los participantes: 30 personas en total procedentes del Reino Unido, Croacia, Macedonia, Bulgaria, República Checa e Italia. Lucie, nuestra coordinadora durante toda la estancia, nos explicó el programa y el funcionamiento del curso, y nos dejó clara una cosa: Asha Centro era nuestra casa, y todas las puertas, todos los espacios, estaban abiertos para nosotros. La primera jornada terminó con la cena intercultural, donde todos los participantes preparamos las comidas típicas de nuestros países, en medio de música y diversión.

Cada mañana comenzaba con los famosos energizers, una especie de juego que te quitaba el sueño -y el sentido del ridículo, ¡todo sea dicho! – de buena mañana. Después nos trasladábamos a un aula muy especial: un edificio con las paredes y el techo de cristal, en permanente contacto visual con la naturaleza, donde trabajábamos diferentes aspectos del coaching, los jóvenes y la inteligencia emocional. Lo hacíamos de manera participativa, trabajando en grupo, haciendo obras de teatro, etc. Incluso vino a vernos el coach Miguel Dean, para darnos a conocer su interesante historia personal.

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No faltaron, tampoco, las visitas. Caminamos por el Forest of Dean, la reserva natural donde Tolkien se inspiró para escribir “el Señor de los Anillos”; visitamos Gloucester y su catedral, famosa por la novela  “Los Pilares de la Tierra”; la Grange, un espacio de integración para personas con necesidades especiales… y evidentemente, disfrutamos de una escapada en el Pub local, ¡con cerveza y música en directo!

Cada día aprendíamos algo nuevo: sobre uno mismo, sobre los demás, sobre el coaching y la psicología en general. Descubrimos el valor de conocerse a uno mismo, la importancia de saber escuchar para poder ayudar y los beneficios que aporta una comunidad unida y participativa.

Y es que salta a la vista que al Asha Centre la comunidad es más viva que en ningún otro lugar: los trabajadores, los voluntarios… todos colaboran en una armonía y un buen rollo que se transmite rápidamente. Todas las actividades y servicios las preparan con esmero y dedicación, y mención aparte merece la comida: ¡buenísima!

Pero quizás, lo que más destacaríamos es el que pasado con el grupo. Disfrutamos de conversaciones sinceras, momentos divertidos, imitaciones, canciones, películas… de modo que en siete días se había tejido una amistad y un buen rollo entre todo el grupo, que difícilmente se podría producir en cualquier otro contexto.

Los días pasaron deprisa, ¡demasiado!  Y llegó el día en que tocaba irse. Y sentimos que, efectivamente, Lucie tenía razón: estábamos dejando una casa que ya sentíamos como nuestra. Y aunque estábamos un poco tristes y que el día se levantó muy inglés – gris y con lluvia – el buen humor rápidamente se apoderó de nosotros, porque nos íbamos con un saco lleno de nuevas amistades, experiencias y conocimientos!

¡Gracias a Asha Centre y la Fundació Catalunya Voluntària por esta oportunidad!

Fatima, Uri, Quim i Marta.