El primer día llegué al piso de madrugada (ya que mi avión se retrasó y no pude coger el autobús que tarda 2h en llegar a Stara Zagora, y tuve que coger el tren, que tarda 5h). Era la primera voluntaria en llegar a ese piso, por lo tanto estuve sola. Pero a la mañana siguiente vino Agnes (mi compañera de piso, de Hungría) con la ayuda de Kati (una chica de aquí de Bulgaria, que nos ayuda haciendo de traductora). Ese mismo día por la tarde/noche, llegó Álvaro (un chico de Galicia).
A partir de ese día, justo a la semana siguiente teníamos el Spring Break, que consistió en una semana libre (lo que sería Semana Santa, pero sin religión) en la que tuvimos que hacer actividades para los niños durante todas las mañanas de lunes a viernes. Nos reuníamos cada día por la tarde, haciendo reuniones para coordinar el día siguiente. En ese momento pensaba que era todo muy precipitado, si pretendían que organizáramos actividades y nos coordinásemos de forma apropiada 6 voluntarios, de los cuales 3 éramos nuevos y no sabíamos cómo funcionaba nada. Pero todo fue de maravilla.
Todo fue más sencillo de lo esperado, los niños fueron súper agradecidos y francamente, es imposible no echarles de menos. Fue una semana muy divertida, porque estuvimos conociendo a los niños a la vez que a las otras voluntarias (Kathrin, Camila y Zsuzsi). Kathrin y Camila son dos chicas alemanas y Zsuzsi es una chica húngara. Así que éramos 2 alemanas, 2 húngaras y 2 españoles. Dividimos a los niños en 3 grupos (por edades). Los pequeños estaban con Kathrin y Camila. Los medianos con Zsuzsi y Agnes. Y los mayores con Álvaro y conmigo.
Después de esa semana, que fue nuestra “inauguración”, todo fue más normal. Nos impartieron un horario en el cual nos informan a qué escuelas tenemos que ir (de lunes a viernes), para estar con los niños y jugar con ellos. También trabajo de oficina, clases de búlgaro, clases de español, etc.
Todo es novedoso, divertido y rápido. Supongo que es igual para todos, el primer mes siempre pasa a velocidades trepidantes. No te da tiempo a pensar mucho en nada, porque todo lo que estás viviendo ocupa toda tu atención. No sé si es bueno o malo, pero es garantizable lo bien que te lo pasas.
Cada vez, aunque tengas diferentes culturas, te vas haciendo con los demás voluntarios. Aprendes de ellos igual que ellos aprenden de ti. Lo importante es tener ganas de llevarte bien con la gente y pasar un buen rato que al fin y al cabo es a lo que venimos todos.
Creo que es una gran oportunidad poder estar aquí, rodeada de gente buena, dispuesta a ayudarme y con ganas de aprender. No tuve muchas dudas al decidirme a venir y probar 2 meses en Bulgaria haciendo un EVS, pero la verdad es que si tenía alguna, no ha quedado rastro de ella.
Raquel