Nunca me habría imaginado que hacer un voluntariado sería una de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Me llamo Aura, tengo veintidós años y soy catalana. Desde hace cinco meses, estoy realizando un voluntariado en la asociación Erasmus Learning Academy en la ciudad de Bolonia, Italia.
Llegué a la ciudad italiana durante la segunda semana de julio, en plena ola de calor de verano, pero el clima encajaba perfectamente con los edificios amarillos y rojizos que caracterizan la ciudad, así como con el carácter de su gente. Bolonia es una ciudad joven, vibrante e hipnotizante. Lo primero que pensé al llegar fue que me perdería desde el minuto uno, ya que todas las calles cubiertas por arcos me parecían iguales o muy parecidas (ahora sé que no es así). También pensé que era una ciudad romántica, digna de formar parte de una película de Wes Anderson.
Como mencioné, el proyecto en el que apliqué y fui seleccionada es de la asociación Erasmus Learning Academy. Esta academia ofrece más de sesenta cursos de formación educativa para docentes de toda Europa que provienen de escuelas, centros o institutos que cuentan con una acreditación de la Unión Europea. Estos profesores y profesoras pueden asistir a estos cursos en destinos como Bolonia durante una semana con todos los gastos cubiertos (excepto el transporte para llegar). Los cursos cubren una amplia variedad de temas: desde cómo usar la tecnología en la educación hasta estrategias para educar con conciencia medioambiental.
Mis tareas como voluntaria consistían en recibir a los grupos de docentes en el hotel donde se alojaban, acompañarlos a cenas y comidas donde hablábamos sobre sus orígenes, sistemas educativos y culturas, y donde aprovechaban la ocasión para conocerse entre ellos. También hacía de guía turística por la ciudad de Bolonia, daba apoyo en los cursos preparando las aulas y participando en las actividades del curso si era necesario. Además, realizaba actividades relacionadas con la difusión y las redes sociales de la asociación: escribía y publicaba artículos en la página web de ELA sobre los cursos de la semana, creaba vídeos para la promoción de los cursos y preparaba publicaciones para redes sociales. Todo esto lo hacía utilizando plataformas que nunca había usado, pero que han resultado ser muy útiles e interesantes de aprender.
Las razones por las que elegí este proyecto y no otro fueron varias: inicialmente, cuando presenté la solicitud, estaba a punto de terminar la carrera universitaria de Estudios Ingleses en la Universidad de Barcelona y tenía claro que quería dedicarme al ámbito educativo como profesora de lengua inglesa. Por eso, este proyecto era muy adecuado para tener un primer contacto con cómo trabajan los profesores, cómo funcionan los diferentes sistemas y metodologías educativas en Europa, y para ponerme al día sobre las nuevas tendencias e ideas educativas. Además, tenía claro que quería volver a vivir en Italia durante un tiempo: hace dos años viví en Roma con el programa Erasmus+, y fue una experiencia que me hizo crecer tanto a nivel personal como educativo. Por último, quería conocer gente nueva, salir de mi “zona segura” y descubrir nuevos lugares por mi cuenta de manera independiente.
Debo decir que una de las mejores cosas, aparte del proyecto, fue la gente. Desde el principio, mis compañeros de piso, que también eran voluntarios, y otros voluntarios que fui conociendo a lo largo de los meses, fueron muy amables y buenos conmigo. Dos de mis compañeros de piso vinieron a buscarme a la estación para darme la bienvenida. Después, fueron quienes me apoyaron cuando extrañaba mi casa o las cosas aún se estaban asentando durante los primeros días.
En estos cinco meses he tenido diez compañeros de piso diferentes, he conocido a otros diez voluntarios aparte de ellos, he trabajado con siete mujeres que son una gran inspiración, y he tenido la oportunidad de conocer otros proyectos y personas. Esto es un regalo que no esperaba recibir de esta manera. Cuando haces voluntariado, no esperas recibir nada a cambio; estás abierto a dar y dar. Pero estoy segura de que, en este caso, he recibido mucho más de lo que podría haber dado. Estas personas ahora forman parte de mi círculo más cercano, ya que me han ayudado a crecer no solo profesionalmente, sino también personalmente. No importaron las banderas, las diferencias culturales, el idioma, la cultura o las ideas; siempre hablamos el mismo idioma: el del respeto, la tolerancia y el amor. Ahora mismo puedo imaginarme viviendo en Bolonia sin perderme.
Aceptar que hay cosas que no sabes o que no sabes cómo hacer al comenzar a trabajar, construir conexiones con las personas al llegar, ser consciente de que debes estar abierto a aprender cosas nuevas aunque puedas fallar al principio, son aspectos importantes al iniciar una experiencia de este tipo. Yo acepté mis límites y reaccioné positivamente al ver que podía superarlos por mí misma. He conocido a personas de países que ni siquiera sabía ubicar en el mapa, pero ahora deseo desesperadamente viajar allí. He conseguido ser yo misma en todo momento, lo que ha resultado en tener a mi alrededor personas mentalmente sanas que me valoran y me celebran.
¿La parte mala de esto? Las despedidas.
Hacer voluntariado ha sido renovador. Recordaré estos meses con mucho cariño, sin duda.