El proyecto se llevó a cabo en el “La padure”, un hostal rústico en medio del bosque, no había ciudad, ni bares, ni falta que hacía! Teníamos un bosque maravilloso para pasear, bádminton y volley para practicar deporte, juegos de mesa para entretenernos y buena gente para pasarlo bien.
Los primeros días se notaba un ambiente nervioso, había quién se preguntaba si su inglés sería suficientemente bueno, si las actividades serían divertidas, si podrían hacer amistades con diferentes culturas. Según pasaban los días, a medida que nos íbamos conociendo, no sentíamos más a gusto y este sentimiento de incerteza iba desapareciendo.
El tema en cuestión, la emprendedoría, se trató de una forma distendida, creativa y divertida, fomentado la cooperación en equipos internacionales. Creamos ideas de negocio con los objetos más diversos, se organizaron charlas con emprendedores que compartieron sus experiencias con nosotros y formaciones acerca del tema. Todo esto nos permitió acercarnos al tema des de una nueva perspectiva y ver que es más asequible de lo que pensamos. También, al trabajar con gente de otros países, nos hizo ver que había más cosas que nos hacían parecidos que diferentes, fomentado un espíritu de unión que se iría haciendo más fuerte según avanzaba el proyecto.
Las organizadoras y el staff fueron muy amables, se preocupaban de resolver cualquier problema que pudiera aparecer y de hacernos sentir a gusto. El ritmo del proyecto fue bueno, teníamos bastantes actividades, pero también disponíamos de tiempo libre. Cal remarcar que algunas de estas actividades eran bastante lúdicas, como visitar un pueblo cercano o pasear a través del bosque hasta una iglesia ortodoxa. La comida era curiosa, constaba de muchas sopas con un fuerte sabor a hierbas y diversos platos típicos de allí como la mamalika, un plato muy parecido a la polenta.
Durante estos días viví muchas experiencias enriquecedoras, recuerdo buscar el pueblo más cercano corriendo a través del bosque con un amigo francés y un perro del hostal, partidas de ajedrez cerveza en mano a la una de la noche con una amiga turca, intentar aprender acro yoga con las chicas de españa, ir a buscar leña con un hacha para hacer una hoguera por la noche, mirar las estrellas el último día con los chicos de turquía mientras escuchábamos música típica de nuestros países, i cosas tan sencillas como tomar el sol con una buena conversación.
De camino al aeropuerto todo el mundo se iba con una buena sensación por todo lo vivido.
Las personas que dudaban de su inglés hablaban con más fluidez, los que dudaban de la utilidad de la emprendedoría se iban con nuevos conocimientos y aquellos con miedo de no conectar con otras culturas se iban con nuevas amistades y la promesa de visitarlos algún día.
En general fue una semana muy bonita de la que todos sacamos cosas buenas.
Muchas gracias a la fundación por hacerlo posible.
David Collado