Mientras debatimos sobre el coste de los estudios y el acceso a la educación, la Comisión Europea prepara silenciosamente una auténtica revolución en la política de juventud. Para 2028, se destinarán 40.800 millones de euros al programa Erasmus+, frente a los 26.200 millones actuales. No se trata solo de un aumento presupuestario del 55 %, sino de un cambio radical en la forma en que la juventud europea construirá su futuro.
Las cifras hablan por sí solas: hoy en día, uno de cada diez jóvenes europeos aprovecha la oportunidad de estudiar o trabajar en el extranjero. Después de 2028, se espera que esa cifra se triplique. Pero la verdadera transformación no está en la estadística, sino en el concepto revolucionario del programa.
Por primera vez en la historia, todas las iniciativas juveniles de la UE se agruparán bajo un único paraguas: Erasmus+. ¿Quieres aprender idiomas en Lisboa? Un solo perfil. ¿Sueñas con hacer voluntariado en un parque nacional de Estonia? Usas el mismo sistema. ¿Buscas una práctica en una startup de Berlín o participar en iniciativas democráticas en Viena? Todo será accesible desde una sola plataforma. Incluso el Cuerpo Europeo de Solidaridad formará parte de este ecosistema, lo que supone un nuevo nivel de integración para los programas juveniles.
El cambio más valioso será una verdadera democratización del acceso. La Comisión promete simplificar radicalmente los trámites de solicitud, especialmente para pequeñas organizaciones y jóvenes sin experiencia previa en programas internacionales. Desaparecerán las barreras burocráticas que durante años dificultaron la participación de colectivos con menos recursos. Por primera vez, el programa se abrirá realmente a quienes no pueden permitirse viajar: el sistema de apoyo financiero será mucho más flexible e inclusivo.
El nuevo Erasmus+ también será ecológico y digital en esencia. Los estudiantes no aprenderán sostenibilidad en los libros, sino trabajando en proyectos medioambientales reales en distintos países europeos. Algunos aprenderán a programar inteligencia artificial en Tallin, otros desarrollarán ideas de ecoturismo en los Alpes franceses o trabajarán en energías renovables en los fiordos daneses. El programa estará estrechamente vinculado con las prioridades clave de Europa: la innovación, la transformación digital, la acción climática y el fortalecimiento de las instituciones democráticas.
Esta decisión de la Comisión Europea va mucho más allá de la política educativa. Es una inversión en el futuro de la identidad y la solidaridad europeas. En los próximos seis años, millones de jóvenes europeos vivirán experiencias que transformarán profundamente su visión del continente, de la democracia y de su propio potencial.
Y para organizaciones como la nuestra, esto abre horizontes completamente nuevos en el trabajo con la juventud de Cataluña.