Recuerdo el primer día que llegué para el curso de formación. Bajé por las escaleras hacia la cocina y, a través del cristal, vi a Clara fregando los platos. Entré en la cocina y empecé a hablar con ella. Recuerdo que volví a entrar unos días más tarde, pero en esta ocasión había Indu que estaba preparando Flap Jack. Yo no sabía qué era eso por lo que le pregunté, ella me lo explicó y me dio a probarlo, estaba muy bueno. Desde ese momento no me lo puedo quitar de la cabeza, al igual que no puedo olvidar a Clara y al resto de la gente, el sitio, el bosque, todas las cosas han quedado para siempre. Cuando volví de aquella experiencia hace un año y tres meses, dije: “¡Me he enamorado!”.
Todo lo que voy a decir ahora puede sonar ingenuo, infantil o incluso estúpido. Estos son algunos de los adjetivos que he escuchado por aquí, pero es algo sin importancia para mí. Algunas personas me han visto llorar de felicidad aquí, algo difícil de creer. Como cuando Indu pensó que le mentía cuando probé su comida y le dije que me encantaba. No Indu, no, yo no le digo a cualquiera eso sobre la comida. Hay algo que aprendí durante esta experiencia, me encanta ser honesta, aunque pueda sonar ingenuo, infantil o estúpido.
A lo largo de esta experiencia aprendí que no me importa ser ingenua, que me gusta mostrar mis sentimientos (llorar, amar, estar triste, luchar…). Allí aprendí mucho sobre mí, y sobre los demás, sobre cómo soy yo y como soy con los demás. Aprendí a cómo manejar algunas diferencias culturales, políticas, lingüísticas y religiosas, o el significado de una relación en diferentes países y contextos. Aprendí que las relaciones que tenemos con los demás son espejos que nos reflejan a nosotros mismos, que de la forma como tratamos a los demás, tendrán un efecto antes o más tarde en nosotros. Que se cosecha lo que uno siembra. También me di cuenta que tanto las personas que son religiosas, como las que son agnósticas o ateas tienen los mismos temores y he podido ver actos realmente hermosos, como cuando Clara hizo el ramadán sin ser musulmana, simplemente por amistad y respeto.
Aprendí mucho de cómo vivir en comunidad durante las conversaciones que tuve con cada uno de vosotros, intentando evitar los conflictos y no esperando a encontrármelos de cara. Porque, siendo honestos, no siempre es sencillo vivir en comunidad y nuestro grupo no fue el más sencillo. Pero siempre me ayudaron mucho mis largas conversaciones con Wojtek, Sandy, Clara, Lucie. Porque, cuando llegué para realizar esta experiencia, le dije a Sandy que mi objetivo era aprender cómo cuidar de los demás, ser útil y dar lo máximo de mí misma. Sandy, yo no sé lo que tú piensas sobre esto, pero quiero pensar que la misión más o menos se cumplió. Estoy muy agradecida de que me dieseis esta oportunidad para aprender que la mejor versión que podemos encontrar de nosotros mismos es cuando damos lo mejor de nosotros a los demás. Y a lo mejor, siento que podría cambiar algunas de las cosas que hice y me gustaría haberlas hecho de otra manera, pero no me arrepiento de nada de lo que hice o de los momentos que viví allí. Puede sonar demasiado épico, pero desde el momento que empezó esta experiencia tengo la sensación de que había estado durmiendo toda mi vida, como si no estuviese viva. Todo este tiempo había estado como estudiando la parte teórica de la vida: cómo debe ser la vida, qué debo hacer en ella, cómo debo sentirme en algunos momentos, cómo debo actuar en determinadas ocasiones, cómo debo hacer las cosas… pero por primera vez en mi vida he sentido que la parte práctica ha empezado. Aquí he amado, he odiado, he llorado de alegría, tristeza y por desilusión. He conocido a gente de todo el mundo, he conocido a personas que tal vez no vuelva a ver nunca más, pero algunas se han convertido en grandes amigos que sin duda alguna visitaré, una y otra vez, por todos los rincones del mundo.
Pese a esto, también me he encontrado con algunos problemas, con el rechazo o la falta de confianza, pero me he forzado a ser más social, a compartir habitación y a no ser tan dependiente de la tecnología. Además, he intentado cambiar para ser mejor persona, no tan solo a través de relacionarme con otras personas, sino a través de la comida, del ejercicio y la solidaridad. He tenido la oportunidad de desarrollar nuevas capacidades que nunca antes había soñado tener, como cuidar de un huerto, cocinar (o al menos intentarlo) y molestar a los demás mostrando mis principios feministas (pero por una buena causa). Siempre he intentado involucrarme al máximo en todo lo que he hecho, como cantando en el coro o formando parte de los embajadores por la paz. En estos lugares pude conocer algunas personas que realmente tenían algo especial, pero no de la forma que finalmente lo fueron para mí.
A lo largo de estos meses me he sentido profundamente enamorada del bosque y de la naturaleza en general, sintiendo que pertenezco a ella de una forma tan intensa que nunca más podré vivir sin tenerla junto a mí. He llorado, bailado, reído y amado de mil distintas maneras de una forma que no pensaba que mi corazón pudiese hacerlo, a muchas personas y muy diferentes.
Para finalizar, me gustaría decir que Asha me ha aportado y me ha mostrado muchas cosas sobre el mundo y sobre mí misma. Ya sabes, aquí he tenido una sensación que nunca antes había tenido en mi vida, y es que las cosas tienen sentido. He estado leyendo mucho, tratando de averiguar por qué a veces la vida no tiene sentido. Y algunas mañanas en el huerto, sola, con el paisaje frente a mí, con los dedos llenos de tierra, tocando algunas semillas que tal vez no podía reconocer, pero que podía sentir, podía sentir que todo tenía sentido, estar aquí, estar presente, tiene sentido.
Así que sólo quiero decir que este año me hizo pensar que mi vida, la parte práctica, acaba de empezar. Y sé que Asha ha sido mi punto de inflexión, donde todo comienza. Y no puedo pensar en otro deseo mejor para todos vosotros, mis amigos y Asha, en este mismo momento. Que ahora, al final de nuestro EVS, todo empieza.
Bárbara