Hace casi dos meses, el pasado 14 de junio, emprendí mi viaje hacia Sofía, Bulgaria, para iniciar mi proyecto de EVS: Mountain assistants.
El recibimiento fue muy acogedor. En ese momento empezaba mi proceso de adaptación a un nuevo hogar, cultura, lengua y trabajo. Desde el principio tuve que enfrentarme a una serie de retos que me han puesto a prueba continuamente. Para empezar, tenía que aprender el alfabeto cirílico para poder moverme por la ciudad. Me lo tomé como un juego, paseaba descifrando palabra por palabra lo que ponía en los carteles. Además, tenía que aprender a compartir piso con otros compañeros con unas costumbres diferentes a las mías. También tenía que practicar y realizar las tareas de mi trabajo con la organización, completamente diferentes de lo que había hecho hasta ese momento. Estas labores tratan, principalmente, de promover la actividad en la montaña de una forma segura y sostenible, haciendo las eco-rutas más seguras y atractivas, previniendo incendios y transmitiendo conocimientos y técnicas de montaña a la gente local. Conocimientos que al mismo tiempo voy aprendiendo en un ámbito que me apasiona, la montaña.
Esta experiencia de voluntariado está siendo a la vez una aventura que me permite explorar un país que desconocía completamente. El disponer de tiempo libre me permite viajar por el país visitando amigos que he ido conociendo a lo largo de la experiencia y me está dando mucha vida. He podido explorar la ciudad de Sofía, conocer ciudades emblemáticas en el interior del país, subir a la sierra más alta de los Balcanes, veranear en el cálido Mar Negro… mientras trato de descubrir como tengo que coger el próximo tren, bus o metro.
A día de hoy, estoy muy orgulloso de todo lo que he aprendido y de lo que me queda por aprender. He de decir que muchas veces me ha costado superar los retos que he encontrado en el camino, pero esta experiencia me está haciendo madurar y aprender a no perder el tiempo para poder aprovechar cada segundo, mejorándome a mí mismo en cada instante. Creo que he tenido que aprender muy rápido a convivir y superar dificultades, como por ejemplo la lengua búlgara (la cual encuentro muy diferente a la mía) que con motivación y paciencia he conseguido llegar a usar en conversaciones simples con personas locales.
La verdad es que no tiene precio todo lo que estoy aprendiendo y las personas que estoy conociendo gracias al Servicio de Voluntariado Europeo. Me queda tan solo dos meses, pero pienso continuar exprimiéndolos al máximo antes de volver a casa.
Sergio.