Desde pequeña tenía curiosidad por saber cómo vivirían las personas en la parte norte de Europa, como sería su cultura, ideología, flora y fauna, etc. Empecé a buscar voluntariados con relación a los países nórdicos y encontré la Fundación Catalunya Voluntaria. De todos los programas, escogí el de irme a Noruega.
Contacté con la fundación y después de hablar sobre cómo sería el viaje, me seleccionaron con tres personas más y nuestro monitor, que viven en Cataluña: dos chicos que habían nacido en Marruecos, una chica de Cataluña, yo de Andorra la Vella y nuestro monitor.
Recuerdo que al principio estaba muy nerviosa por si no me entendía con los compañeros o no tenía suficiente nivel de inglés o realmente no me gustaba como experiencia personal. Después de un viaje largo por las escaleras entre aeropuertos, llegamos. Fue una de las mejores semanas de mi vida. Nos encontramos personas de los diferentes países de Europa y nos reunieron en un polideportivo donde conviviríamos.
Llegué con unas ideas de los otros países, que se nos inculcan desde pequeños aun no siendo conscientes.
Cada día realizábamos una actividad diferente, excepto en las tardes que practicábamos la obra de teatro “Antígona” y al final de la semana la representábamos. Cada noche un grupo de personas cocinaba la comida típica de su tierra. Teníamos ciertas horas libres para poder ir a visitar el pueblo y las casas. Y uno de los días nos llevaron a una piscina, en la ciudad más cercana, y cenamos en un restaurante.
Cada día descubríamos algo nuevo o diferente. Recuerdo que las casas eran pequeñas y de madera, las personas iban por la calle con trineo y por las noches podíamos ver estrellas fugaces.
Poco a poco, y día a día, nos empezamos a conocer y hablar entre todos. Al final de la semana, aunque me pareciera mentira, lloré con muchos de mis compañeros, ya que realmente no queríamos irnos.
Realmente recomiendo esta experiencia a todo el mundo que la pueda realizar.
Sara Casal Nerin