Es fácil imaginar lo que una experiencia en el extranjero puede aportarnos: descubrir una nueva cultura  e impregnarse de ella, aprender un nuevo idioma, paisajes desconocidos que volver familiares. Sin embargo, sólo podemos hacernos una idea vaga que la realidad acaba por desmentir. Si bien no recuerdo qué imaginaba exactamente sobre el año por venir hace unos meses, sé que no adivinaba todo lo que, a día de hoy, me llevo de esta experiencia.

Palermo, ciudad caótica y rebosante de vida, es y será un hogar para mí, y no me desprenderé nunca del particular encanto de Sicilia. Desde el inicio, aquellos que ya son no sólo compañeros de trabajo sino amigos me acogieron con los brazos abiertos y me hicieron sentir como en casa. Me sorprende aún haber creado lazos tan fuertes con ciertas personas.

Me doy cuenta ahora de cuánto he podido cambiar a tantos niveles. Han sido muchas las oportunidades de hacer cosas por primera vez, así como de ponerme a prueba, y he descubierto ser capaz de ciertas cosas que no habría pensado. Las actividades en las que he participado han sido muy variadas – promoción de la movilidad internacional para jóvenes, revalorización de espacios urbanos, idear y escribir proyectos, enseñar mi lengua materna a extranjeros. He descubierto el mundo asociativo y del voluntariado desde el interior, además de tantos otros ámbitos que me eran desconocidos y a los que mi experiencia aquí me ha abierto las puertas.

Teniendo además espacio para llevar a cabo mis propias iniciativas y desarrollar otros intereses, he podido aprovechar muchas de las maravillas que ofrecen la isla, la ciudad y aprender tanto dentro como fuera de la asociación de acogida.

A pocos meses para acabar mi voluntariado, valoro todo lo que he aprendido aquí, todo lo que me llevo, muchos cambios enriquecedores, y las dudas sobre el qué vendrá después pesan menos que las ganas y las oportunidades que se me ofrecen a partir de ahora.

María.