Cuando mi amigo Fernando me preguntó si quería ir con él a un programa Erasmus +, lo primero que se me ocurrió fue: «¿Mi inglés es lo suficientemente bueno para hacer eso?» Porque no lo había estudiado desde que terminé la ESO, y estaba bastante seguro de que me costaría mucho entender a las personas allí. Aquel día lo pasé súper asustado, dándole vueltas como un niño: «No voy a hacer amigos». Afortunadamente, me lancé y pasé probablemente algunas de las semanas más increíbles de mi 2019.

¿Y por qué demonios estoy contando esto? Bueno, solo quiero que sepáis que aunque vuestro inglés sea un poco malo, como el mío, eso no es una excusa para que no participéis en un programa Erasmus+. Conoceréis a personas con un nivel de inglés increíble, y también a muchas personas con un nivel más básico. Sin embargo, no importa, haréis muchos amigos y os comunicaréis sin ningún problema. Y si no sabéis cómo decir algo, podéis intentar formularlo con otras palabras o simplemente señalarlo con el dedo.

Y ahora que la parte más de “coaching” ha terminado, hablemos sobre en qué consistió mi proyecto de voluntariado. Fue un programa de dos semanas en Croacia, en un pequeño pueblo costero llamado Sumartin, en el sureste de la isla de Brač. Es un pueblo de tan solo 600 habitantes que tiene uno de los últimos astilleros en Europa que construye botes de madera, un lugar extremadamente hermoso.

Éramos dieciséis voluntarios de corto plazo (cuatro de Croacia, cuatro de Italia, cuatro de Grecia y otros cuatro de España) y las personas que hicieron posible el proyecto: los chicos increíbles de Outward Bound Croatia. Además de no dejarnos morir de hambre, gestionaron todas las actividades de voluntariado y nos enseñaron todos los valores que definen su organización. Por cierto, también hicieron que Sumartin fuera como un segundo hogar en cuestión de días.

El objetivo principal del proyecto – nuestro deber – era ayudar a Michael, un viejo perro de mar estadounidense, en el astillero de la aldea. Nos enseñó muchas cosas útiles relacionadas con la carpintería y el uso adecuado de las herramientas. También se esmeró en de mostrarnos la belleza de trabajar con nuestras propias manos y la posibilidad de conseguir un trabajo más allá de una oficina. Y al final, nosotros mismos reparamos dos pequeñas embarcaciones, hicimos algunos remos, construimos un estante y muchos caballetes, pintamos el nombre de su organización (Maritima Educare) en un contenedor…

En cuanto al tiempo libre, después del día de trabajo cogíamos nuestros trajes de baño e íbamos andando a la playa. Como en octubre en Croacia el clima es realmente agradable, podíamos nadar en el mar todos los días. Más tarde, por la noche, cenábamos todos juntos y después nos quedamos durante horas tocando la guitarra y cantando, charlando y jugando.

En resumen, fueron dos semanas muy enriquecedoras en las que conocí a un montón de gente encantadora, mejoré mi inglés, aprendí mucho de Michael y de los aldeanos e intenté devolverles algo ayudándolos en el astillero o cosechando aceitunas. También tuve tiempo para hacer turismo durante nuestros 4 días libres y para visitar Split y Dubrovnik.

Así que no lo dudéis más e id a un proyecto Erasmus +.

Un abrazo, Pablo