Fabrizio en Barcelona
A finales de octubre recibí la noticia que había sido elegido para realizar una experiencia de voluntariado en la hermosísima ciudad de Barcelona, en la Fundació Catalunya Voluntària.
Pues este año, en Halloween, me tocó el “trato” en lugar del ‘truco’, porque llevaba un montón de tiempo soñando con tener una experiencia así y estaba muy ilusionado con la posibilidad de trabajar en una fundación con los valores de la FCV. ¿Sabéis a qué me refiero? ¿Alguna vez habéis oído hablar de la educación no formal? Yo tenía una idea aproximada pero, desde que llegué aquí, me he dado cuenta de su significado y de todo lo que involucra: cooperación, creatividad, aporte personal, vencer miedos y vergüenzas a participar, usar herramientas un poco atípicas y salirse de toda la lógica del aprendizaje pasivo, transformando cada input en, al menos, un output.
Por eso las reuniones de los martes son una ocasión importante salir de los esquemas preestablecidos y aportar algo nuevo y bueno a la comunidad.
Desde el principio me sentí acogido en la FCV como en una familia; que hay que soportar y con la que hay que plantearse de qué forma podemos producir un cambio efectivo qué conlleve más paz, más empoderamiento de la juventud y más aprendizaje mutuo siguiendo una lógica horizontal.
En pocas semanas he aprendido sobre las oportunidades de desarrollo personal que la Unión Europea financia y cómo hacer que jóvenes se movilicen y decidan irse de Erasmus y gozar de estos planes educativos, donde hay qué poner tanto el cerebro como el corazón, pues son ambas las que nos mueven.
Barcelona es una pasada. Siempre hay algo qué hacer y la oferta cultural de la ciudad a nivel de teatro, deporte, música, cine, museos es increíble. Siempre hay un lugar desde donde ver un atardecer espectacular y picar unas tapas para acompañar. Siempre hay alguien con quién jugar al baloncesto en las canchas de la ciudad y alguien a quien retar a ping pong. Siempre hay alguien tocando música en vivo en el parque de la Ciudadela (y ¡vaya interpretaciones!). Siempre hay cotorras verdes cuyos sonidos se mezclan a los de las gaviotas, produciendo ese irresistible tótem fonético asociado con el mar y la libertad. Estoy agradecido por todo esto y por lo que vendrá, porque la verdadera educación consiste en intentar ser la versión mejor de uno mismo, y la paz y la solidaridad son los caminos que se deben caminar.
Fabrizio.