“Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción”.

Joaquín sabina.

მაკოცე es una palabra georgiano que se lee como “makotse” y que significa literalmente “dame un beso”.

Como decía Joaquín Sabina con toda la razón ‘los años curan las heridas y los besos crean adicción’. Georgia, a los ojos de una persona criada en la Unión Europea, quizás tiene pocas cosas, pero si hay algo de lo que es ganadora es por tener una sociedad pasional, emocional, temperamental y totalmente imprevisible. Esta es la magia más latente de un país que, a pesar de estar lejos de nuestra casa, nos une de una manera muy especial y que, una vez allí, te hace sentir como si estuvieras en casa.

En esta ocasión, un proyecto de visita de estudio, nos ha enviado al país más mágico del Cáucaso y, como siempre, no nos ha dejado indiferentes. Su atmósfera tan peculiar nos ha golpeado desde el primer minuto y hasta el último, creando dentro de nosotros una montaña rusa de emociones que todavía hoy, resuenan como el primer beso de adolescencia que se vive con esa locura que nos hace sentir grandes, a pesar de ser pequeños.

Durante toda una semana, treinta participantes de diferentes países hemos compartido abrazos, lágrimas, momentos indescriptibles y situaciones inefables que han hecho de ese momento un recuerdo tangible incluso estando ya de regreso a casa.

El proyecto se titula “DISCOVER THE CAUCASUS”, y en él, además de haber descubierto el Cáucaso, también hemos podido descubrir un poco más de nosotros, qué es lo que más nos golpea, cómo gestionamos nuestras emociones, cómo convivimos y, de alguna manera, cómo nos sentimos lejos de casa.

La actividad nos ha llevado a descubrir el trabajo juvenil por parte de diversas entidades georgianas en su propio país, visitadas con ilusión y con una lluvia interminable de fondo. Nuestra estancia ha sido una gran oportunidad para entender que cada país, por lejos que esté de nuestro, vive sus varias dificultades de muchas maneras y las gestionarlas de la mejor manera que saben,  posiblemente lo mismo que todos hacemos en nuestro país.

En un bus envejecido, pero con unas esencias increíbles, pudimos visitar Rustavi, Tbilisi, Batumi, Kobuleti, Ozurgeti y Zugdidi, para darnos cuenta de que la mente humana no tiene límites y que las personas somos adaptables, resolutivas y que de todo el mundo se puede aprender.

Con la gran oportunidad de visitar nueve entidades juveniles diversas, cada una de ellas con su más que singular esencia, nos dio la ocasión de poder compartir, aportar, escuchar y transmitir diversas opiniones, hechos y experiencias que nos han enriquecido a nivel personal y también profesional.

Las nuevas generaciones hay que cuidarlas, mimarlas, pero también exigirles al máximo, porque es esta generación joven la que debe seguir el camino que los mayores vamos dejando, y sus entidades son el reflejo máximo para poder mejorar el futuro día a día.

Marcel