En un día tan señalado como hoy: 21 de septiembre, Día Internacional por la Paz, en la FCV queremos llamar la atención de un hecho que nos preocupa: vivimos uno de los momentos más álgidos de la cultura de guerra.

No lo decimos sólo por el número de guerras que tienen lugar hoy en todas las regiones del mundo ( alrededor de 60!), sino porque la cultura de guerra tiene cada día más seguidores, amigos, likes y followers.

Son muchas las personas que consideran la violencia y la ley del más fuerte como un método válido para superar los conflictos;  que ven la guerra como algo necesario. Ello se explica en el hecho de que las guerras ocupan en el año 2022 la cúspide de nuestro sistema político, institucional, ideológico y de creencias.

El triunfo absoluto de la cultura de guerra (o ‘¿Por qué querer la paz si puedo hacer la guerra?’) es un asunto de la máxima actualidad y gravedad, porque impregna y vicia todo: las relaciones entre personas, comunidades y grupos, cuyos intereses son distintos .

Nos llama mucho la atención que esto suceda en todos los países, en sistemas democráticos y en regímenes autoritarios,  con y sin aspiraciones imperialistas, con y sin armas de destrucción masiva; a pesar de la enorme diversidad de creencias e ideologías que existen en el mundo, y de los valores positivos de bondad, reciprocidad, solidaridad que éstas comparten, al menos en la teoría.

La cultura de guerra triunfa porque no tiene contrincante que se sitúe a su altura, ni los líderes y portavoces de las ideologías y religiones mayoritarias, ni las personas cuyo trabajo es promover y crear las condiciones para que la cultura de paz florezca: educadores/as, activistas, entidades que trabajan por la paz, la justicia global y los derechos humanos, que realizan actividades y proyectos útiles, pero carecen de la fuerza y capacidad necesaria para luchar en contra del principal recurso con el que cuenta dicha cultura: la guerra, vista como la mejor solución a todos los problemas. ¿O eso va a cambiar algún día?

Un ejemplo del éxito absoluto de esta cultura es que todas las guerras son legales. Vivimos en un mundo donde la guerra no es objeto de ningún reproche moral, ético o legal, por parte de ningún ordenamiento jurídico, transmitiendo un mensaje tan claro como contundente.

Una cultura que glorifica la barbarie es más peligrosa que la propia guerra, porque configura una forma de ver, entender y explicar qué sucede a nuestro alrededor, hasta el punto de justificar la muerte, la tortura y la exterminio; porque su principal función es el mantenimiento de las relaciones de poder por el principio de la fuerza bruta y del uso de la violencia extrema.

Entre sus efectos más obvios están 1) justificar todas las guerras y hechos criminales; 2) frenar en seco todos los logros y las luchas por las libertades y derechos humanos , afectando, sobre todo, a las personas y comunidades más vulnerables (en realidad, todas aquellas sin capacidades ni recursos suficientes para utilizar la guerra para defender sus intereses, en ausencia de otras capacidades o argumentos).

La cultura de guerra crea y consolida puntos de vista, patrones de conducta, narrativas, relaciones de poder que, de manera muy sutil, dificultan el éxito aquellas iniciativas sociales, económicas, educativas, culturales (grandes o pequeñas) que promueven o forman en los valores y aprendizajes de la educación por la paz, en base a mentiras repetidas mil y una veces, como ‘la persona es violenta por naturaleza’ o ‘para mejorar hay que derrotar a tu prójimo’. ¿Por qué razón todo el mundo está de acuerdo en la frase ‘la violencia sólo genera más violencia’ y, en cambio, nadie dice claramente que ‘la guerra sólo genera más guerra’? ¿existe peor expresión de la fuerza indiscriminada que las guerras? ¿Debemos esperar a una catástrofe nuclear o a una tercera guerra mundial para que las máximas autoridades que nos gobiernan, y los organismos multilaterales que las convocan, representantes de toda la humanidad, se levanten un dia con la idea de abolir las guerras?

Desde la FCV proponemos empezar este trabajo desde hoy, con un argumentario muy sencillo (no somos eruditos en la materia):

-No existe dato objetivo que haya justificado nunca ninguna guerra.

-Ninguna guerra ha alcanzado los objetivos que perseguía.

-Los conflictos armados tienen un impacto devastador en todos los ámbitos y sectores, causando víctimas, heridos, desplazados y la aniquilación automática de buena parte de las mejoras y progresos sociales, culturales, humanos, económicos y del medio ambiente. En la guerra solo hay perdedores, nunca vencedores.

Por este motivo (y muchos más que se pueden añadir) nuestra conclusión es clara:

-No hay fin que justifique la guerra como medio para lograrlo. Ninguna guerra puede ser considerada como medio válido para la resolución de ningún conflicto, por tratarse de la expresión más cruel, injusta y desproporcionada de la violencia. La guerra sólo genera más guerras.

-Todas las guerras deben prohibirse e ilegalizarse porque van en contra de los valores y principios que gobiernan las relaciones entre personas, países y comunidades. Iniciar una guerra es un crimen contra la humanidad. Las guerras sólo pueden ser entendidas como crimen y sus iniciadores y participantes como criminales.

Para ir de la cultura de guerra a la cultura de paz y por el cambio de paradigma cultural e institucional,  consideramos necesario y urgente abolir las guerras, de forma que ningún país, gobierno o autoridad  tenga el derecho de iniciar o participar en una guerra, bajo ninguna circunstancia.

Tipificar las guerras como delito significa su prohibición y la criminalización de quienes la inician y participan en ella (*), con un efecto disuasorio que marcaría un antes y un después, en cuanto al número e impacto de las guerras.

Declarar que la violencia no es la forma adecuada de resolver los conflictos, sino una estrategia que sólo sirve para intereses privados, contrarios al interés público general, supondría un cambio de paradigma.

En 2022 la humanidad debería haber progresado lo suficiente como para saber resolver conflictos complejos, mantener las libertades democráticas, seguridad, etc. o resolver cualquier tipo de situación, por muy difícil que sea, sin necesidad de hacer uso de la violencia armada.

Exigimos que éste sea el primer próximo objetivo global para el desarrollo sostenible y pedimos, para ello, la creación de una alianza para alcanzar una meta tan concreta como que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas apruebe una resolución en la que expresamente se prohíban todas las guerras.

Con el deseo de poder celebrar un día de estos la abolición de las guerras.¡Muy Feliz Día Internacional por la Paz!

(*) La guerra no puede confundirse ni equipararse ni con la legítima defensa ante un ataque, ni con la persecución de ningún delito, por muy grave que sea. Todos los países y comunidades humanas tienen, por supuesto, un derecho inalienable a la legítima defensa y a garantizar su seguridad, integridad y a proteger a sus ciudadanos/as, instituciones e intereses legítimos ante agresiones, externas o internas, de acuerdo con las propias leyes y los convenios internacionales.