No era la primera vez que estaba en Cluj, así que llegar allí un frío día de febrero, en plena noche, no fue un shock tan grande. Había llegado un par de días antes del intercambio, para recargar pilas el fin de semana y comenzar el lunes, a tope, con el programa.
Tres países, con once participantes cada: Rumanía, Eslovaquia y Cataluña. Había conocido a la mitad de mi grupo, antes – la otra mitad la conocí allí mismo, y la verdad, no podíamos ser un grupo tan variopinto y unido al mismo tiempo.
Los primeros días costó arrancar – éramos un grupo muy grande (más de 30 personas), y algunas de las actividades, todas alrededor del estilo de vida saludable, eran demasiado teórica o en el grupo entero, que era, como digo, demasiado grande. Sin embargo, después de hablar un poco con los facilitadores, todo fue a mejor.
Así, empezamos a hacer actividades en grupos más pequeños, para después presentarlos al resto: ideas para involucrar a los jóvenes, campañas publicitarias, ir a hacer la compra para diferentes perfiles de personas, etc. Aprovechamos cada comida y cada rato libre para hacer equipo y hablar entre nosotros – ¡las cartas unen más de lo que imaginamos!- así como descubrir la ciudad de Cluj Napoca (Rumanía) y conocer más de Rumanía y de Eslovaquia.
La verdad es que a pesar de los pequeños contratiempos, fue una experiencia que nos llevó a conocer a gente maravillosa, conocer una ciudad que esconde mucho debajo de su capa gris, y llevarnos consejos de cómo llevar una vida más sana.
Ana María